jueves, 7 de febrero de 2008

Causas de el Herpes Zoster

El herpes zóster o culebrilla es causado por el mismo virus que provoca la varicela. Después de un episodio de varicela, el virus se vuelve latente en el cuerpo y el herpes zóster ocurre como resultado de la reaparición del virus después de muchos años.
La causa de la reactivación generalmente se desconoce, pero parece estar asociada con el envejecimiento, situaciones de estrés o alteraciones del sistema inmunitario. Usualmente sólo se presenta un ataque sin recaídas.
Si un adulto o un niño que no ha tenido varicela en la infancia ni ha sido vacunado contra esta enfermedad se expone al virus del herpes zóster, puede desarrollar un caso grave de varicela en lugar de zóster.
Después de una infección con varicela, el virus reside en estado letárgico en las vías nerviosas que emergen de la columna. Cuando se reactiva, se disemina a lo largo de la vía nerviosa, causando primero dolor o sensación de quemadura.
La erupción típica aparece dos o tres días después de que el virus llega a la piel y consiste en parches rojos en la piel con pequeñas ampollas (vesículas) que son muy similares a la varicela en su etapa inicial. A menudo, la erupción se maximiza en los siguientes tres a cinco días y luego las ampollas se rompen formando úlceras pequeñas, las cuales se comienzan a secar y a formar costras, que a su vez se desprenden en dos o tres semanas y dejan la piel rosada en proceso de cicatrización.
El herpes zóster puede ser contagioso por contacto directo para un individuo que no haya tenido varicela y por consiguiente no tiene inmunidad. El herpes zóster puede atacar a cualquier edad, pero es más común en adultos mayores de sesenta años, niños que tuvieron varicela antes de un año de edad o individuos cuyo sistema inmunitario está debilitado. El trastorno es común, con aproximadamente 600.000 a un millón de casos en los Estados Unidos cada año.
Lo más común es que un brote de herpes sea localizado e involucre solamente un dermatoma. El herpes generalizado o recurrente puede indicar un trastorno subyacente en el sistema inmunitario, como leucemia, enfermedad de Hodgkin y otros cánceres, dermatitis atópica o infección por VIH o SIDA. Las personas con sistemas inmunitarios deprimidos debido a un trasplante de órganos o a un tratamiento para el cáncer también están en riesgo.



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